Reconociendo lo que siento
Poder tomar contacto con nuestras emociones en la vida diaria y lograr interpretar lo que se siente ante diferentes circunstancias cotidianas nos va a permitir empatizar mejor con nuestros hijos, entendiendo que ellos hacen el mismo proceso con la diferencia que somos nosotros quienes tenemos que ayudarlos a ponerle nombre a eso que ellos sienten pero desconocen como se llama. En la medida que los adultos podemos reconocer lo que sentimos, aceptar lo que nos pasa, pensar como nos afecta y actuar según nuestra voluntad anteponiendo ciertos valores al sentimiento innato, podremos enseñar a los niños a ser consecuentes y coherentes también con lo que sienten, piensan y hacen.
Los sentimientos no son en sí buenos ni malos, no tienen moralidad. Son espontáneos e involuntarios, no los podemos evitar, ni programar ni reprimir, simplemente brotan de nuestro interior ante una determinada situación, persona, lugar o cosa, en cambio los pensamientos son dirigidos y los hechos claramente son actos de la voluntad que si pueden ser definidos como buenos o malos.
Tanto los adultos como los niños a veces tenemos dificultades para reconocer nuestros estados emocionales. Los niños porque recién están empezando a conocerse y no saben conceptualizar o ponerle nombre a las cosas y los adultos porque dependiendo del énfasis que se le haya dado a nuestra educación afectiva, conciente o inconcientemente tendemos a reprimir, ocultar, negar o darle poca importancia a lo que sentimos.
La sociedad que hoy vivimos donde ser competente y exitoso es importante, puede valorar más el tener buenas ideas que tener muchos y variados sentimientos. Le ponemos mas ganas a lo activo y efectivo, a ser competente y productivo que a lo afectivo y espiritual.
Hay familias donde se valoriza la sensibilidad, la afectividad y la intuición además de estimular la creatividad, otras familias más intelectuales enfatizan lo racional y el intelecto y es aquí donde se generan normalmente niños y luego adultos orientados hacia el mundo de las ideas, del estudio, del las razones y del hacer por sobre el ser. Es bueno estimular el cuestionamiento y el pensamiento crítico pero es doblemente bueno si éste desarrollo se armoniza con el desarrollo de la afectividad.
Cuando no logramos expresar adecuadamente nuestras emociones pueden surgir expresiones psicosomáticas como dolores de estomago, de cabeza, colon irritable, úlcera, caídas de pelo, alergias, etc. En el niño pequeño existe una expresión emocional cotidiana, ya sea espontánea o que puede evidenciarse a través de síntomas como no querer ir al colegio, pérdida del apetito, dolores de cabeza o de estómago. En los adolescentes las expresiones son mas confusas y pueden ir de momentos de mucha extroversión y dependencia hasta de querer estar solos y manejar por si mismo sus estados.
En la medida que nos sensibilicemos a nuestras manifestaciones afectivas seremos capaces de ayudar a nuestros hijos a desarrollar esa sensibilidad también, si un papá logra entender esa tensión abdominal que siente cada vez que su jefe lo llama para discutir un proyecto nuevo, va a comprender mejor a su hijo cuando le cuenta que le duele la guata cada vez que la profesora lo llama al pizarrón. Ambos han logrado identificar situaciones que para cada uno constituye una fuente de stress o tensión emocional. No importa la edad de los hijos, los padres debemos estar siempre disponibles para ser sus espejos, reflejándoles lo que ellos están sintiendo, que es diferente a lo que yo creo que ellos pueden sentir, para ayudarles a descubrir el mensaje que esta detrás de la reacción concreta que reciben a través de su cuerpo.
En el próximo artículo veremos que hacemos con eso que sentimos…como manejamos esos sentimientos que nos invaden…hasta la proxima..!!
Loreto Carmona
Mediación Familiar y Mediación Educativa
Fuente: http://www.demujeres.cl/familia/mediacion/manejo-de-emociones
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